El Hombre Que me Aloja (y otros poemas)

(poemario acróstico)

 

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EL ACRÓSTICO MÁS LARGO EN LENGUA CASTELLANA

Con prólogo de Moisés Cayetano Rosado.
Ilustraciones de Luís M. Lorite
(1984) Edición del autor.
I.S.B.N. 84-398-2541-2

A mis padres y a mi tierra,
porque ellos son el surco
de todo lo que siembro

 Leer el PROLOGO de Moisés Cayetano Rosado

NOTA PREVIA

Este libro ha sido subtitulado como «Poemario Acróstico». Esto es debido a que en el total de sonetos que lo componen se encuentra contenido un soneto más. Así, leyendo en vertical la primera letra que aparece, en mayúsculas, en los catorce versos que forman cada uno de los sonetos, (numerados del I al XXXI), podremos leer el poema que aparece en la introducción y que está subtitulado como «Objeto del Acróstico». Esta característica especial no es más que un detalle meramente técnico, que no dice nada en favor ni en contra de la calidad que pueda contener este libro. Esto es algo que debe decidir, exclusivamente, el lector en cuyas manos caigan estos meses de trabajo.

QUIERO HACER ESTOS VERSOS.
(Objeto del acróstico)

 Quiero hacer estos versos con tomillo,
 para que nazcan tímidos y amables.
 No los quiero grandiosos y admirables,
 los quiero campechanos y sencillos.
  
 Quiero hacer estos versos con tomillo,
 para que nazcan limpios, impecables,
 como un agua que fluye, interminable,
 entre campos verdosos y amarillos.

 Quiero una canción blanca, una semilla
 que más tarde dé a luz un canto inmerso
 en la vida más simple y más sencilla.
 
 Quiero un canto sencillo al universo.
 Aunque al final me salga una cuartilla,
 manchada con el barro de mis versos.

 J. LORITE

 

ACRÓSTICOS

I
PRESENTACIÓN
Quiero hacer del desierto de estas hojas
Un jardín de palabras de mi huerta;
Invitaros a entrar, puerta por Puerta,
En el templo del hombre que de aloja.

Recorred este arcón de paradojas
O hurgad hasta en la llaga más abierta.
Hoy abrí, para todos, las compuertas,
Amasadas en sol, de mis congojas.

Corred por los pasillos de mis años,
Entre muros de paz, o desengaños
Recorriendo las grietas de los techos.

Esta es la brasa impresa que me quema.
Sacad esta tortura de mi pecho.
Tomad. Esta es mi vida hecha poema.
 II
LA SONRISA DEL SOL
Otra vez está el sol haciendo risa -
Soñaba un niño alzando su estatura.
Vuelve a reír- y el Sol, con su cordura,
Empapaba en sudores su camisa.

Rodaba por la hierba tierna y lisa,
Se dejaba dormir y, en su ternura,
Olvidaba la piel de la tortura
Soñando siempre al Sol y su sonrisa.

Cristalizaba el gesto más pequeño
O inventaba un Sol muevo cada día,
Navegando en las risas de su empeño.

Temblaba aquella tarde de alegría.
Oyó una risa azul. Volvió del sueño.
Miró hacia el Sol y el Sol le sonreía.

III
EL AMOR INVENTADO
Inventaré para tu voz mañana
Las palabras más recias de mi acento,
La música más tenue de mi aliento
O el trino más jovial de mi ventana.

Para tu voz inventaré mañana
Algún soneto triste y soñoliento,
Rico en cadencias dulces, y hasta el cuento
Apagado de un loco tarambana.

Quiero inventar para tu voz un canto,
Un discurso cuajado de alfileres,
En el silencio gris de mis escritos.

Navegaré en los mares de tu llanto,
Amainaré tu voz y, si lo quieres,
Zozobraré en las olas de tus gritos.
IV
EL VERSO DE LOS MÍTICOS PELLEJOS
Calando en esperpentos de tétricos espejos
Antiguas sanguijuelas de inhóspitas entrañas
Nacen de los despojos de pérfidas Españas.
Traen consigo la savia de cementerios viejos.

Invocan a los huesos de míticos pellejos
Masticando un cadáver cosido a telarañas.
Imaginan un cielo de torres y espadañas,
De mujeres ajadas, de sed y de consejos.

Ojalá que sus bocas sepan que las ciudades
Se visten de miradas desnudas de rencores
Y que han perdido el pulso de viejas terquedades.

Acaso se fecunden del semen de las flores,
Maldigan las tormentas y amainen tempestades,
Amasando un futuro de nubes de colores.
V    
LA BÚSQUEDA DEL VERSO
Busco aquella palabra que resuma
La cáustica verdad del engranaje
En que hundimos las vidas y que encaje,
Sorprenda, deshilvane y se consuma.

No permito que el verso se haga espuma.
O consigo ese grito que relaje
La tensión despiadada del paisaje
O me trago los frutos de mi pluma.

Siempre soñé en fundirme con las cosas.
Quiero hacer de algún verso-bayoneta
Un manojo de flores silenciosas.

Invictamente triste, casi quieta,
Espera una ansiedad de mariposas
Rebosar mi coraza de poeta.
VI   
ÓYEME RESPIRAR NECESIDADES
Oyeme respirar necesidades
Gastadas de silencios y hasta, acaso,
Reventar en mi boca de payaso
Abanicos de invictas necedades.

No te prendes del sol de mis edades,
De mi talento hinchado a cada paso.
Intenta conocerme en mi fracaso.
Oyeme supurar banalidades.

Si pretendes hallarme verdadero,
Oyeme musitar el aguacero
Salado de mis mundos incompletos.

Y párate en mi voz ajada y mustia.
Acaso encontrarás que hay mucha angustia
Detrás de la fluidez de mis sonetos.
VII   
MADRE
Madre, para tu imagen contenida
Intacta en la raíz de mi cabeza,
Recogeré una flor con la corteza
Alimentada en sangre de mi herida.

Beberé de tu risa esclarecida
Los jugos de tu mística entereza.
Estamparé tu aroma de cereza
Sobre el estercolero de mi vida.

Libaré la ansiedad de tus corolas
O plantaré un jardín de caracolas
Sobre tu candidez azul y eterna.

Quiero llevarme un sol de terciopelo.
Una imagen de ti, mirando al cielo,
Invicta y tierna, madre, invicta y tierna.
VIII 
ESTOS DIOSES NO ESTÁN YA PARA NADA 
Estos dioses no están ya para nada.
Rebosaron de "clac" y de vicarios
Obtusos y sin luz, de escapularios,
Coros y paladines de la espada.

Antes fueron la voz de cada almohada;
Mas la palabra gris de sus poemarios
Parece recitar en los osarios:
Estos dioses no están ya para nada.

Cayeron esotéricos ediles,
Hechiceros, fantasmas y hasta druidas,
Apagando el balar de sus rediles.

Nada podrá la terca arremetida
O el sermón paternal de los atriles...
Si no está para dioses esta vida.

 

 

IX
OS VENGO DE LA TIERRA
Yo vengo del lugar donde la encina
Se apiña en la charneca, casi en bloque,
El lugar en que el cáustico alcornoque
Nace donde la paz se disemina.

Crezco desde la tierra que camina
Inmóvil, sin mañana y sin enfoque.
La tierra del vivir bajo el estoque
Lacónico del hambre en cada esquina.

Os vengo de una tierra que en su espalda
Sostiene una mujer de ajadas faldas
Que es más mujer por madre que por hembra.

Una tierra de pechos y de manos
Invadidos de muerte, porque siembra
El trigo en el solar de los tiranos.
X
FUNERAL DE LA ESPERANZA
Recién decapitada, la esperanza
Organizó un concierto de actitudes
Hinchadas de rencor e ingratitudes
Aliñadas de olores de matanza.

Cínica y ritual, como una danza
Extraña, de lejanas latitudes,
Reventó al Sol. Y un coro de ataúdes
Entonaba una tétrica romanza.

Sonó un redoble triste de campana
Tañendo su esperpéntica amargura
O edificado un Dios de porcelana.

Sopló también la voz de la "cordura"
Vestida de terror. Esa mañana
El hambre perpetuó su dictadura.
XI
PADRENUESTRO CAMPESINO
Ruega tú por nosotros, señor de las espigas.
Señor de las serpientes, bendice nuestros planes.
Ora tú por nosotros, comúlganos de panes,
Señor de los espacios, del lobo y las hormigas.

Consagra nuestros brazos, culto de las fatigas.
Ordeña nuestros campos sembrados de alacranes.
No nos dejes hundirnos en garras de truhanes.
Transforma los calderos, ermitas de las migas.

Ora tú por nosotros, dios de los campesinos.
Maldice a los que adornan tu nombre en crisantemos.
Inyéctanos tu aliento, doctor de los caminos.

Libéranos del miedo glacial que sostenemos.
Lucha nuestro combate. Destila nuestros vinos.
Ora tú por nosotros. Nosotros no podemos.
XII
EL SUEÑO DE LA GLORIA
Puede ser que mañana algún buen hombre
Amanezca leyendo estos papeles;
Rezume paz, la sangre se le hiele,
Aborrezca el terror o hasta se asombre.

Quizás algún amigo desescombre
Uno de mis sonetos o desvele
El ritmo de mi verso y los laureles
Nazcan sobre la cima de mi nombre.

Acaso alguien encuentre conveniente
Zambullirse en mis libros y propague
Como la luz mi pluma campechana.

Ah, ¡Soñar por soñar!, seguramente
Nadie lo notará cuando se apague
La voz de mi estatura provinciana.
XIII
LA MUERTE DEL POETA
Iba para tecnócrata aplicad
Ministro carismático o profeta;
Pero eligió pudrirse de poeta
Intimista, vital y desangrado.

Oyó la voz del sol en su costado
Salpicando su piel de marioneta,
Invirtió su papel y se hizo esteta,
Muerto de paz, azul, solo y cansado.

Pudo ser el altar más eminente,
El más grande valor; pero le espanta
Correr haciendo viento sus secretos.

Ahora se está muriendo y, lentamente,
Brota desde su vientre y su garganta
La terca insensatez de sus sonetos.
XIV
CONTIGO, POETA PEPE IGLESIAS
Estábamos allí, frente por frente,
Soñándonos detrás de las cancelas
Cerradas al pisar de nuestras suelas
O al terco razonar de nuestras mentes.

Mirando las miradas de la gente,
O abriendo sobre un cúmulo de estelas
Un camino de luz, casi de velas,
Nacido en nuestro verso incandescente.

Allí hallamos, cuajado de un cinismo
Grotesco y de pedantes inservibles,
Un mundo de recelos y de miedos.

Allí empezó a nacer el pesimismo.
Quisimos renunciar y fue imposible.
Un libro nos brotaba de los dedos.
XV
GENERAL
El mundo, General, ya no es el mismo.
Felizmente, los hombres, las mujeres,
Los hijos del arado y los talleres,
Unen su voz uncida en dramatismo.

Y gritan, General, con patetismo,
Empapados en llantos y alfileres.
Invitan a la paz, a amaneceres
Nuevos. Se están preñando de optimismo.

Tarde o temprano harán que tus cañones
Empiecen a sangrar a borbotones
Regando la crueldad que los avala.

Míralos general, aquí los ties.
Inútil es que apuntes a sus sienes.
Nadie se va a callar ante esa bala.
XVI
LA VOZ DE MI GUITARRA
Allí estaba la voz de mi guitarra
Bajando por los poros de mis manos,
Libándome los versos más humanos,
Estallando de amor entre mis garras.

Era el timón, el ancla y las amarras.
Navegaba en su vientre campechano.
Temblaba ante mi brazo azul y hermano
Repitiendo mi canto de cigarra.

El miedo me invadió... La hice pedazos
Contra la hipocresía de un abrazo,
Antes de que su voz me poseyera.

Me he condenado a hundirme de cobarde;
Pero sigo, por siempre, cada tarde,
Oyendo el crepitar de su madera.
XVII
EL CANTO DEL HIPÓCRITAe
Señoras y señores, dense prisa,
Vengan a ver al loco más demente.
El loco de la paz, que, extrañamente,
Responde a los gargajos con sonrisas.

Dense prisa, señores, dense prisa,
Oigan la voz del hombre, que inocente,
Se viste de esperanza hacia la gente
O se cuelga el amor de la camisa.

Señoras y señores, entren, entren,
Y escuchen sonreír ante su vista
Al más extraño ser jamás hallado.

Mírenlo y sean felices cuando encuentren
Al último ejemplar de pacifista
Resistiéndose a ser civilizado.
XVIII
LA ESPADA VIEJA
Inmóvil y alhajada con herrumbre,
La espada vieja aguarda, agazapada,
Los versos que recuerden su tonada
O la mano añorante que la encumbre.

Se achicharra por dentro, es pura lumbre.
Quiere rehacer su hazaña laureada
Una vez más. Y aguarda, así, la espada,
Inmóvil y alhajada con herrumbre.

Espera que un guerrero indestructible
Reviva un corazón que ya no late
O la lleve a mediar en su partida.

Un sueño tan pueril como imposible.
No aguantará en su próximo combate
Apenas un envite. Está podrida.
XIX
LA MUERTE, CADA NOCHE
Cada noche es más triste la tristeza,
Aliñada de llanto, del cansado.
Ni la luna redime su crudeza.
Cada noche el silencio es más callado.

Incluso, cada noche, la pobreza
Obtiene un dios más pobre y olvidado.
Ni la luna suaviza su aspereza.
Brota el bien, cada noche, más malvado.

La fuerza es, cada noche, menos fuerte,
Arrojada y tenaz. Se está pudriendo.
Ni la luna nos cura de fantoches.

Cada noche se vive más la muerte.
A pesar de la luna, está naciendo
Una vida más muerta cada noche.
XX    
MADRID 
Navega este Madrid sobre ansias de futuros
Anclados a pasados cortesanos y recios.
Se mueve en un esquema vital de claroscuros
En el que hasta pudrirse de simple tiene un precio.

Madrid es ese templo que acoge entre sus muros
Inviernos de caricias y otoños de desprecios;
La madre que amamanta con pánicos y apuros
La voz de los borrachos y el canto de los necios.

Aquí se distorsiona la voz de las sirenas
Que invitan a dormirse. Madrid es cualquier cosa:
Un susurro de nubes o un grito de cadenas.

En Madrid se apuntala la muerte más dichosa.
Madrid es ese hombre que, hirviéndole las venas,
Abalanza a sus años de bruces a la fosa.
 
XXI   
LA AUSENCIA DE LA PAZ
Supimos de tu ausencia cuando el miedo
Trepaba por la luz de nuestros ojos.
Allí nos vimos todos, sin arrojos,
Refugiando la vida tras un credo.

Dibujamos tu nombre con los dedos
En los rayos de un sol teñido en rojo.
Después, nos alhajamos de cerrojos.
Era el reino de un llanto horrible y quedo.

Allí nos vimos, paz, frente a tu ausencia.
Lamiéndonos el rostro agarrotado
Una lengua de miedo y de impotencia.

Zumbó aquel proyectil... En el pasado,
Un inmenso bajel de incongruencia
Navegaba cosido a tu costado.
 XXII   
CARTA AL AMIGO TRISTE
Como sabrás, amigo, mi sonrisa
Acaba de cumplir treinta segundos.
No imaginas ahora, cuantos mundos
Tiemblan ante la espada de mi risa.

Oye, la vida entera se divisa
Intensamente azul; azul rotundo.
Nada de afecta ahora; me confundo,
Mediante un simple gesto, con la brisa.

Es como estar flotando entre los sabios,
Retando a lo imposible y a lo enorme;
Sintiéndote a la vez feliz y fuerte.

Ojalá que descubras en tus labios
Esa sonrisa azul que te transforme.
Nada más, buen amigo, mucha suerte.
XXIII   
SONETO A LOS NEUTRALES
Luego os enseñaré las cicatrices.
Ahora quiero dormirme en vuestros temas,
Verterme en vuestros líricos poemas
Impregnados de armónicos matices.

Después os mostraré las cicatrices.
Ahora quiero hilvanarme de fonemas,
Mecerme en vuestros métricos esquemas,
Admirar vuestros versos más felices.

Sois la voz del amor; los paladines
Sensibles a la paz de los jardines;
Ingrávidos cantores de la espuma.

Me siento un pecador arrepentido.
Perdonadme los versos que ha escupido
La desangrada lengua de mi pluma.
XXIV   
SUEÑO DEL LABRADOR DESDIBUJADO
Él era fuerte, libre, campechano
Y fruto de la danza de los trigos.
Muchos años vivió siendo el testigo
Accidental del viento del verano.

Soñaba, sin embargo, en lo lejano;
Se preñaba de inviernos de mendigo,
Embrujado de noches, al abrigo
Nocturno del ambiente ciudadano.

Cuando se descubrió desdibujado,
Intuyó que se hallaba desplazado,
Lejos de su medida y su calibre.

Lejos de aquellos trigos y aquel viento.
Acaso comprendió, en ese momento,
Que ya no era tan fuerte ni tan libre.
XXV    
A VECES, LA POESÍA…
Unas veces me invade una alegría
Intensamente llena de impaciencia.
Es la confirmación de una existencia
Rebosante de vida, cada día.

Otras veces me hierve en la poesía
Una tristeza ansiosa de clemencia.
No es más que la expresión de la impotencia
Cuando el dolor se acerca a la agonía.

Aveces se acomoda en mí un sosiego
Neurótico y trivial. Es la rutina
Tentándome a seguirla, como un ciego.

Otras veces la rabia de domina
Sembrándome las vísceras de fuego.
Esa es la voz que vierto en cada esquina.
XXVI    
LA PAZ DE LA ESPERANZA
No todo está perdido. Detrás de los cañones
Comienza a levantarse la paz como una lanza;
Inician su camino de versos y canciones
Los hijos de una tierra que vibra de esperanza.

Los amigos del mundo preparan sus legiones;
Organizan sonrisas y besos y abalanzan
A tropas de poetas para inflar de ilusiones
Los pechos de los tristes que temen las matanzas.

Un aluvión de abrazos sinceros y prolijos
Nace con las palomas, hinchándoles las alas,
Incendiando a los ojos apagados y fijos.

Ven a unir a este grito la vida que apuntalas.
Ésta es la hermosa causa que hará que nuestros hijos
Recojan un futuro sin odios y sin balas.

 

XXVII

LA MESA DE LOS TRISTES 

Sabed que ésta es la mesa de los tristes
O el templo de los hombres sin futuro.
Aquí le espera al muerto más oscuro
Un bocado de luz que no desiste.

Nadie se queda fuera. Aquí no existe
Quien no tenga en su sitio, de seguro,
Un vino rojo, nítido y maduro
Empapado de amor, si lo resiste.

Aquí esconden su náusea los borrachos;
Los que apestan a carne de despacho,
Fantasmas y profetas imprecisos.

Invitados estáis a esta comida.
No penséis en el precio, no es preciso.
Aquí, se paga sólo con la vida.
XXVIII    
LA PALABRA
La palabra es el arma. Mientras haya
Más voces que fusiles, la pelea
Encontrará difícil su tarea.
Siempre hay una palabra que no calla.

Abrasa la palabra cuando estalla.
Levanta corazones, porque ondea,
Gozosa, el estandarte de la idea,
Apagando el ardor de la batalla.

Una palabra encierra lo intangible.
Nace en la voluntad y hace invencible
A aquel que la modela y la domina.

Cuando llegue la noche más macabra,
Una luz brillará sobre las ruinas
Alumbrando el altar de la palabra.
XXIX    
…Y DIOS EN EL DIARIO
Recorriendo las hojas del diario
Tuve la sensación de que la feria
Inmóvil de la vida, (triste y seria),
Llenaba de rutina lo ordinario.

Llenaba de rutina lo ordinario,
Amamantando el germen de la histeria;
Mientras un arcoíris de miseria
Abarcaba un planeta insolidario.

No sé cómo ocurrió; pero de pronto
Comencé a estremecerme, como un tonto,
Hechizado de miedo y de disgusto.

Allí escribí, entre líneas, la noticia:
"Dios está disfrazado de justicia
Asistiendo a la muerte de los justos".
XXX    
LA NÁUSEA EN CADA VERSO 
Cuando nada se espera del mañana
O ya se tiene todo en el presente,
Nace el verso dormido, sin mordiente,
Embadurnado en tedio y en desgana.

Los que abren, sin embargo, la ventana
Buscando que el futuro los aliente,
Alumbran los poemas más valientes
Rebosantes de trinos de campana.

Rebosantes de furia y de coraje
O preñados de música y de duende,
De futuro, de vida y de alegría.

Ese es el verso fiel, sin maquillaje.
Maldita sea la pluma que pretende
Impedir que vomite la poesía.
XXXI     
FECHA Y FIRMA
Sé que estos versos huelen a dehesa.
Verán que no reniego lo que quiero.
Este es mi corazón titiritero
Repartiendo poemas por sorpresa.

Siéntense los que quieran a mi mesa,
O lean estos papeles de tintero
Sobre los que, traumático y sincero,
José María Lorite se confiesa.

Lento es el caminar; pero no hay prisa.
Otras aves habrá que con su pico
Recogerán los frutos que yo siembre.

Invito al mundo entero a la sonrisa.
Termino aquí mi libro y lo rubrico
Este viernes dieciocho de noviembre.

OTROS POEMAS

CENTINELA
(A la torre de Almendralejo)
¡OH!, gigante de piedra, centinela
constante de la vida cotidiana,
coronado en laureles de campanas,
tú me has visto corriendo hacia la escuela.

Has sido fiel testigo de mi infancia,
de mis juegos, mi amor, mis travesuras,
mis anhelos de alzarme a tu estatura,
y, acaso, de imitarte en tu arrogancia.

Tú has sentido en tu piedra centenaria
la esencia de la sangre de mis venas.
Te he contado mis sueños y mis penas
como a un hada madrina imaginaria.

Tú me has visto asomado a mi ventana,
observando la vida, indiferente;
me has visto madurando de repente,
mirando, de repente, hacia el mañana.

Me has presentido hurgando los tinteros,
los papeles, las plumas, intentando
hacer algunos versos, desgarrando
mi mano por un mundo más sincero.

Y me has visto, una tarde de verano,
partir con el pasado en la maleta.
Una mano, de nada iba repleta,
y repleta de nada, la otra mano.

Después, (tú no lo sabes), centinela
soñado del pasado omnipresente,
he vivido en un nido de serpientes,
en un horrendo edén de sanguijuelas.

He gastado mis ojos y mis años
pastando entre borregos casi humanos,
y he aplastado y pisado a mis hermanos
para ser el primero del rebaño.

Pero todavía sueño (sólo eso
me queda del muchacho que te hablaba
y te contaba sueños que soñaba),
y sueño cada noche en el regreso.

Y sueño con volver hasta tu altura,
a sumirme en la vida cotidiana,
a tañer tus laureles de campana
y a besarle la planta a tu estatura.

A olvidar el edén de sanguijuelas
y a volver a pensar en el futuro.
Quiero ser una parte tus muros.
Quiero ser piedra tuya, centinela.

QUISE DECIR AMOR
Quise decir amor
de la forma más pobre.
Lo escribí en un papel
y me salió en mayúsculas.

Lo pinte en la pared.
Salió entre interjecciones.

Lo grité en el vacío
y me salió un poema.

Entonces me di cuenta
de que era inevitable.
quise grabarlo en oro...

... y ya te había perdido.
YA SÉ QUE LLORAS, MAR
Ya sé que lloras, mar, porque no llegas
a ver mi tierra en flor, manando vino.
Hastiado ya de arenas y de pinos
quisieras ser caudal de sus bodegas.

Sé que envidias al pámpano inocente;
que sientes una voz, casi cercana,
que te anima a subirte en el Guadiana
y a venirte a asomar, contracorriente.

Y sé qué estás furioso, que despides
olas contra la costa, que pretendes
que se acerquen volando, como duendes,
y salpiquen tu sal a nuestras vides.

Ya sé que lloras, mar, que ni los mimos
de la luna te calman el hastío,
que quisieras ser gota de rocío
y venirte a posar en un racimo.

Y sé que allá en tus fondos abisales
guardas un sueño mágico y sincero:
Que algún vendimiador aventurero
se marche a vendimiar en tus corales.
YA NO QUEDAN QUIJOTES
Don Quijote, (¡oh! locura comprensible),
embistió a los molinos lanza en mano.
Y eran Molinos secos e inhumanos,
fanfarrones y tiesos, impasibles.

Y arremetió, de rabia incontenible,
a borregos cobardes, y hasta insanos,
que seguían a ciegas al tirano
perro que los mandaba, inconmovible.

Ya no quedan quijotes cervantinos
capaces de poner la mano al fuego
por salvar la justicia y el destino.

En este mundo inflado por el ego,
unos cuantos no llegan a molinos
y los demás se pasan de borregos.
HE HALLADO LAS RESPUESTAS
Porque he visto la vida más triste que otras veces,
he querido enterarme del porqué de lo triste.
Y he hallado la respuesta mirándome las manos
vestidas de silencios.

Porque he visto a los hombres más muertos que otros años,
he querido abarcar la razón de la muerte.
Y he encontrado la clave palpándome los ojos
desnudos de miradas.

Porque he visto las bocas más esclavas que nunca,
he buscado el origen de todas las cadenas.
Y he llegado hasta el fondo, oyéndome los labios
desiertos de palabras.

Porque he visto a los pueblos más cobardes que siempre,
he buscado la forma de la esencia del miedo.
Y he formado la imagen gritándole a mis vísceras
vacías de coraje.

Porque he visto a la historia más triste y más esclava
y a este género humano más muerto y más cobarde,
he intentado explicarme lo indigno de esta vida.
Y he hallado las respuestas a todas las miserias
mirándome al espejo.
ACEITE DE UVA
Buscando el pan del olivo
vas, con la edad de la encina.
Sólo el ser piel de cantina
te da nombre de ser vivo.
Virginalmente cautivo
de las rejas de la tierra.
Triste ciego que se aferra
al clavo ardiendo del vino,
porque no encuentra el camino
de hacerle, al hambre, la guerra.

Aún eras cuerpo de cuna
y ya manó vino el pecho.
Mamaste el triste derecho
de un porvenir de aceituna.
Un olivar en la luna
soñó tu ayer de muchacho,
y apenas si hallaste un cacho
de tierra vieja y sangrienta.
La misma que hoy alimenta
tus vómitos de borracho.

Mañana, cuando en el suelo
te cabe el vino la fosa,
y sea el olivo una losa
sobre tus canas de abuelo...
Si hay más allá, si hay un cielo
tras del mortal precipicio,
¡háblale a Dios de tu oficio!,
de la sangre aceitunera
que lleva el vino que espera
le ofrezcan en sacrificio.

QUÉ TRISTEZA SER HOMBRE
Qué tristeza ser hombre, cuando estalla
la garganta del viento y desgañitan
sus voces las libélulas, y grita
hasta la roca, y sólo el hombre calla.

Que tristeza ser hombre cuando raya
la paz en lo sublime, y la infinita
placidez de la vida, se marchita
detrás de cada hipócrita batalla.
 
Que tristeza ser hombre cuando el hambre
se come los pellejos y las risas
mientras se tira el pan en el espacio.

Que tristeza de vida en el alambre.
Que tristeza ser hombre tan deprisa
y morirse de hombre tan despacio.
COMO QUERÁIS LLAMARLO 
Como queráis llamarlo, aquí os lo dejo;
el verso que transmito
o el pus gris que supura mi pellejo.
Como queréis llamarlo, aquí está escrito,
con ese antiguo hacer que huele a viejo.

Fuera de las vanguardias y repleto
de ripios y de angustia casi tétrica;
apestando a panfleto,
vilmente encorsetado por la métrica
o con la forma arcana del soneto.

Lo que queráis decirle; pero atentos,
no es sólo mi palabra y mi medida,
no es sólo mis vulgares sentimientos.
Este verso es mi vida,
es mi tiempo, mis horas, mis momentos.

Y lo voy a parir a cualquier precio.
Pisadlo si queréis, halladlo necio,
llamadlo desfasado y agorero,
empapadlo en desprecio;
pero jamás digáis que no es sincero.

 

FIN

 

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